Hace
algunas décadas atrás, los conocimientos y la experiencia técnica conformaban
el abanico de herramientas que la sociedad y las organizaciones validaban como
la más adecuadas y sólidas para lograr la tan anhelada EXCELENCIA en la
productividad de las organizaciones.
Aproximadamente,
a partir de los años 70’, la sociedad
entera se enfocó a la Cultura de la imparable Producción, dada por la lógica de mayor utilidad a más bajo costo. Posteriormente,
y a medida que se instauró un escenario plagado de competidores que buscaban
similares ventajas, ya en los 80’ y 90’, la tónica de gestión se basó en la
denominada Cultura de la Calidad,
enfocada en la mejora de los procesos productivos y mejoras en sus
características diferenciadoras a fin de hacerlos prevalecer en el mercado por
sobre sus pares. Sin embargo, poco a
poco esta misma dinámica comenzaba a detectar otras falencias y, por ende,
otras necesidades que afectaban directamente al recurso humano involucrado en
este proceso; agotamiento laboral y falta de visión del recurso humano que
dejaba entrever climas de desmotivación, malas prácticas de liderazgo, pobres
relaciones interpersonales, departamentos cada vez menos comprometidos con su
empresa y su trabajo, etc.
Visualizaban
nuevos paradigmas destinados a lograr un mayor éxito económico y social a
través de la diferenciación por medio de la innovación y las nuevas prácticas
en medio de un mercado altamente competitivo, un entorno que comenzaba a
orientar todos sus esfuerzos hacia el denominado Recurso Humano como el elemento más influyente que dio paso a la
nueva cultura de las llamadas “Competencias”, precedida por las anteriores
culturas de la Producción y la Calidad.
Acogiendo
esta nueva forma de hacer educación para la empleabilidad del siglo XXI,
distintas organizaciones como la Facultad de Ingeniería de la Universidad del
Desarrollo, se abocaron a la investigación de definir cuáles eran los nuevos
requerimientos que hoy demandaban los potenciales empleadores, aludiendo a la
realidad de que los egresados de la educación superior chilena tardan cerca de
un año en efectuar contribuciones significativas y agregar valor a sus
empresas, especialmente debido a que no están preparados para enfrentar el
mundo del trabajo dadas sus enormes falencias de Habilidades Transversales que
les posibiliten gestionar de mejor manera esos conocimientos y experiencias
técnicas propias de su especialidad. De esta manera, para cumplir con el nuevo
perfil del nuevo Ingeniero, la columna vertebral del nuevo programa de
formación UDD, se implementó una innovadora línea de diez talleres, donde a
través de una metodología tipo Hands-On
que implica que los alumnos deben trabajar en proyectos integradores,
desarrollando conocimientos y competencias acordes con las necesidades del
mundo de la empresa de hoy. Este entrenamiento pasaría a transformarse en el
nuevo sello del profesional UDD.
Desde hace algunas
décadas, partiendo de la revolucionaria cultura de la producción en la década de
los 70’; de aquella que hablaba de obtener mayores utilidades a un menor costo,
el posterior desarrollo hacia una cultura de la Calidad y diferenciación del
producto o servicio en los 90’, y finalmente la adopción de un nuevo paradigma,
una nueva visión de la actual empresa que concentra su máxima atención en el
elemento más influyente del posicionamiento del la oferta de productos y
servicios, es el poder del denominado “Recurso
Humano” que hoy por hoy experimenta distintos síntomas propios del
vertiginoso y complejo ritmo del mercado actual; la falta de Motivación
laboral, falta de Liderazgos y estilos de práctica obsoletos, falta de
Proactividad, Conflictos o Crisis internas y el constante recambio de personal,
sin duda, nos lleva a pensar en la enorme relevancia del entrenamiento de
cualquier individuo que jamás tuvo un desarrollado personal y profesional
adecuado a las exigencia de los nuevos tiempos, ni en la familia, ni la
escuela, ni menos en su educación secundaria que lo habilite de ciertas
competencias o destrezas para manejar con éxito esos conocimientos y
experiencias de su especialidad. Habilidad que hoy en día pasa a ser el sello destacable
y diferenciador de las organizaciones del siglo XXI, estableciendo total coherencia
y credibilidad entre el discurso externo y las prácticas internas de sus
empleados. Ello se traduce en la Excelencia del quehacer de la empresa en medio
de los constantes cambio que experimenta el entorno en el que se desarrollan.
Todo esto nos habla de una verdadera transformación personal y profesional al
que todas las organizaciones, sean estas pequeñas, medianas o grandes, están
llamadas a invertir y mantener en el tiempo a través de la Capacitación continua
de elementos técnicos actualizados y de herramientas personales perdurables en
el tiempo.
Este es el desafío de
la empresa de este nuevo siglo, la capacitación que ayuda a todos sus miembros
a estar a la par con los nuevos requerimientos del mercado consumidor, cada vez
más exigente y más informado que nos demuestra que la innovación a través de la
capacitación es AHORA !!!, y no cuando ya es demasiado tarde para asumirlo.
Equipo MOTIVACIONALES.CL